El mensaje nunca fue tan alarmante: la ONU advirtió el martes de que el mundo ya no puede seguir aplazando las acciones radicales necesarias para reducir las emisiones de CO2 si quiere evitar una catástrofe climática.
Para mantener viva la esperanza de limitar el calentamiento a +1,5 ºC – el objetivo ideal del Acuerdo de París -, habría que reducir anualmente las emisiones de gases de efecto invernadero de 7,6%, entre 2020 y 2030, según el informe anual del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA). Es decir, un recorte de 55% entre 2018 y 2030.
Cualquier aplazamiento más allá de 2020, pondría «rápidamente el objetivo de +1,5 ºC fuera del alcance».
E incluso para respetar la meta mínima de +2 ºC respecto a la era preindustrial, habría que reducir las emisiones de 2,7% anual entre 2020 y 2030.
Pero estas emisiones, generadas en particular por las energías fósiles, aumentaron 1,5% anual en la última década y «no hay ninguna señal de que alcancen su techo en los próximos años«, subraya el PNUMA.
En 2018, se emitió un nuevo récord de 55,3 gigatoneladas de CO2.
El mundo ya se calentó 1 ºC, lo que llevó a la multiplicación de catástrofes climáticas. Los últimos cuatro años fueron los más cálidos jamás registrados.
Y cada medio grado adicional agravará el impacto de los desarreglos climáticos.
Según la ONU, si las emisiones siguen al ritmo actual, el planeta podría calentarse de 3,4 a 3,9 ºC a finales de siglo. E incluso si los Estados firmantes del Acuerdo de París respetan sus compromisos de reducción de emisiones, el mercurio subirá 3,2 ºC.
El PNUMA asegura que pese a todo todavía es posible permanecer bajo +2 ºC e incluso +1,5 ºC.
Por ello, los firmantes del Acuerdo de París deben triplicar sus ambiciones respecto al primer objetivo y multiplicarlos por 5 respecto al segundo.
Y estos compromisos deben ser seguidos de acciones inmediatas.
Esta constatación «sombría» envía un mensaje claro pocos días antes de la conferencia sobre clima de la ONU (COP25) en Madrid, que se abrirá el 2 de diciembre.
«Diez años de procrastinación climática nos condujeron a esta situación«, lamentó a la AFP Inger Andersen, directora del PNUMA.
Mientras que el Acuerdo de París prevé una revisión de las ambiciones de los Estados en la COP26 de Glasgow a finales de 2020, por ahora, solo 68 países se comprometieron a ello, entre estos ninguno de los países más emisores de gases del G20, que aglutina el 78% de las emisiones del planeta.
Y si bien China, la UE e India – integrantes del G20 -, van camino de cumplir sus compromisos iniciales de reducción de CO2, al menos siete miembros, entre estos Japón y Estados Unidos – que firmó su salida del Acuerdo -, no los respetarán.
La ONU presentó por otro lado sus recomendaciones a los miembros del G20: prohibir nuevas centrales de carbón en China, desarrollar masivamente la red de transporte público en India, contar con nuevos autos de «cero emisiones» de aquí a 2030 en Estados Unidos…
Estas transformaciones radicales de la economía no podrán hacerse sin una evolución profunda «de los valores, las normas y la cultura del consumo«, subraya el informe.
Esta transición a gran escala chocará sin duda con «obstáculos y desafíos económicos, políticos y técnicos», que habrá que acompañar con medidas sociales para «evitar la exclusión y la resistencia al cambio».
Los esfuerzos también deberán pasar por inversiones masivas. Así, con un escenario de +1,5 ºC, el PNUMA baraja unas inversiones de entre 1,6 billones y 3,8 billones de dólares anuales entre 2020 y 2050 únicamente para el sector energético.
Si bien los costos financieros y sociales de esta transición pueden parecer faraónicos, postergarlos será peor: «cada año de retraso a partir de 2020 exigirá reducciones de emisiones más rápidas, por lo que cada vez será más caro, improbable y difícil».
Prueba de ello: si el mundo hubiese empezado a actuar seriamente en 2010, ahora solo habría que reducir las emisiones de 0,7% anual para +2 ºC y de 3,3% para +1,5 ºC.
Pero para John Ferguson, analista del Economist Intelligence Unit, seguramente ya es demasiado tarde.
El desfase entre las promesas y la acción concreta de los Estados «explican mi pesimismo de que no podremos limitar el calentamiento a +1,5 ºC».